lunes, 3 de diciembre de 2007

EL PODER NO SE LES SUBIÓ A LA CABEZA, SE LES FUE A LOS PIES

Desde que me he interesado por investigar los temas de la política nacional he descubierto un par de cosas.

La primera es que a la gran mayoría de ecuatorianos no les interesan los detalles sobre las acciones de los políticos y poco importa qué medios utilicen para lograr sus propósitos. Lo que realmente importa es que los políticos “cumplan”. Los acontecimientos de los últimos días significan que Correa cumplió, instaló la Asamblea Constituyente y mandó a los diputados a la casa, tal como lo prometió. Ante esto mucha gente dirá que no importa cómo lo hayan hecho, el caso era atender ese deseo apoyado aparentemente por la mayoría de la población.

La segunda es que muy poca gente sabe lo que representan las diferentes dignidades del Estado y esa falta de conocimiento es lo que les impide sentir preocupación cuando se las atropella como se lo hizo ayer. Incluso parece que algunos Alcaldes desconocen las verdaderas responsabilidades y la importancia de su cargo. Eso quedó comprobado el jueves 29 de noviembre con el anuncio de uno de los Alcaldes de Manabí de poner su cargo a consideración de la Asamblea. Es muy diferente un funcionario elegido por el pueblo de otro elegido por el congreso, pero al parecer esto es algo que la Alcaldesa de Portoviejo no conoce.

En resumen, creo que muy poca gente debe estar preocupada por lo que se puso en movimiento el jueves. Por el contrario muchos deben estar contentos porque las cosas se están dando como se esperaba, la Asamblea se instaló y el mismo día dejó en claro que tiene todos los poderes del estado.

El problema es que los medios que usan los políticos para conseguir sus propósitos si deben importar. Si la mayoría de ecuatorianos conociéramos para qué sirven los diferentes poderes del Estado, sabríamos que el poder que se instaló ayer no tiene quién lo controle ni a quién rendir cuentas y que el hecho de que solo esté regulado por sus propias conciencias (o por los consejos de sus madres como dijo Fernando Cordero en una entrevista con Carlos Vera el viernes 30 de noviembre) si debería ser motivo de preocupación.

La democracia debe basarse entre otras cosas, en el equilibrio de poderes, en la regulación de los funcionarios públicos y la rendición de cuentas. Rendir cuentas frente a una cámara rodeado de personas afines a un solo partido no deja de ser simplemente un show. Es limpiarse mutuamente los ombligos mientras el resto nos quedamos sin poder reaccionar.

Los Asambleístas dicen que solo el pueblo puede pedirles cuentas. Pero no son claros al decir cuáles serán los mecanismos que los ciudadanos tendremos para regular el funcionamiento de la Asamblea y para tener esa rendición de cuentas. Esta es una de las grandes contradicciones de estos días, porque los mecanismos que teníamos los ciudadanos para pedir cuentas a los funcionarios públicos o para ampararnos judicialmente son precisamente aquellos que los Asambleístas acaban de desarmar. Los desarmaron al dejar en sus cargos a los funcionarios que fueron sumisos ante sus poderes y a los que no declararon públicamente su sumisión los dejaron con cargos temporales o simplemente fueron removidos.

Algunas personas me dicen que estos poderes hace rato que no funcionan, y que lo que la Asamblea hizo es ponerlo en evidencia. Yo solo atino a quedarme en silencio pensando que esa forma de pensar es precisamente uno de los grandes males que nos dejó la famosa “partidocracia”, y es también uno de los principales activos de este gobierno. El gobierno sabe que mucha gente justifica sus acciones porque esta vez el atropello no es contra el pueblo (al menos en apariencia), sino contra aquellos que han mantenido este país dominado durante más de 20 años.

La Asamblea no puede actuar como si acabáramos de expulsar a un conquistador externo, o como si antes de ellos no existía el Ecuador. No pueden llegar y desconocer todo lo que haya sido creado antes que ellos de un solo machetazo.

Mis limitados conocimientos de historia me dicen que casi todos los proyectos autoritarios que terminaron convertidos en grandes tiranías empezaron justificándose en la reconstrucción de la patria y tuvieron un inmenso apoyo popular. Hay países a los que les ha tomado 9 años empezar a reaccionar.

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