Dicen que el Gobierno no quiso enfrentarse a los dos grandes monstruos que son “El Magisterio” y “Los Transportistas” al mismo tiempo. Esa sería la explicación para que el Presidente haya anunciado un veto total a las reformas en materia de tránsito que estaban en discusión en el Congreso.
Si el veto es parte de una estrategia encaminada a no abrir dos frentes de batalla muy difíciles de atender, es una movida comprensible. Hacer cambios en estos dos sectores ciertamente parece algo que no puede esperar más, ya que para nadie es un secreto que por una parte el tránsito en este país requiere una reforma que acabe con cosas como la venta de licencias profesionales y otros abusos cometidos por algunos transportistas, y por otro lado el sistema de educación siempre ha estado en manos de un grupo de sindicalistas que nada bueno han hecho por modernizarlo y volverlo eficiente. Sin embargo abrir los dos frentes al mismo tiempo podría desembocar en un fracaso total, no solo del proceso como tal, sino del mismo gobierno.
Aquello de que el futuro de un país está determinado por la calidad de su sistema de educación, se ha convertido en algo trillado. Ha de ser porque casi siempre lo escuchamos en boca de quienes precisamente son responsables de que hasta ahora el sistema educativo no salga de la mediocridad.
Espero con mucho entusiasmo que se logre un verdadero cambio en el sistema, que la capacitación y evaluación de profesores sea una constante. Que la asignación de las 12,000 nuevas partidas presupuestarias para maestros no se haga premiando a los mejores sindicalistas, y que vengan más acciones concretas para lograr la tan esperada transformación del magisterio.
Será un proceso largo y complicado, ya que los grupos de extrema izquierda que han dominado por décadas la educación fueron fundamentales en la triunfo de Alianza País, pero de más está decir que vale la pena hacerlo. La frase tan recurrente que puse arriba y que suena a cantaleta empezará a recobrar su sentido cuando los cambios se empiecen a materializar.
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